El A [Priv. Vladimir Vasiliev]

¿Que demonios? En un momento estaba a punto de irse y ahora estaba siendo acorralada contra una pared. Por más que el estudiante simulará un discurso parcialmente cortés, la acción ya había sido bastante agresiva contra ella y eso no lo iba a tolerar, sea quien sea. –¡¿Que mierda te pasa?! – Tomó de inmediato la camisa del joven, jalando hacia ella para mirarle fijamente mientras fruncía el ceño. –Un idiota como tú no me va a venir a decir que puedo o no puedo hacer ¿Entendiste? –Empujó una vez el cuerpo musculoso del muchacho.

¿Cómo era que terminaba metida en estos asuntos absurdos? El demandante alumno destacada solo era un mounstro de ego, y ella disfrutaba corrigiendo esa clase de personas. – ¡Solo eres un bebé llorón que es incapaz de aceptar sus fracasos! – Empujó con fuerza nuevamente, está vez con intención de hacerlo caer, una, dos, tres veces hasta lograrlo y cuando lo hizo, se subió encima para inmovilizarlo, acabaría con esto rápidamente. –No voy a permitir que un hombre me hable de esa manera ¡Nunca más! – Levantó la mano en una amenaza.

Sintió algo extraño en su cuerpo cuando el golpe hizo el ruido en la mejilla ajena. Le gustó y obviamente Edo hizo que se sonrojara al observar la expresión ajena. El susto la hizo rápidamente ponerse de pie, retroceder un poco y salir corriendo. Había golpeado un estudiante, en un contexto TOTALMENTE extraño. Y le había gustado.

Huyó lo más lejos que pudo. No quería pensar en eso.

¡Bruja asquerosa y retorcida! ¿Creía que él iba a caer por la intimidación de una mujer fracasada y mayor? ¡EL! ¡Vladimir Vasiliev! La persona que se encontraba actualmente en lo más alto de la pirámide estudiantil. Presionó aun más su mirada contra ella, retándola a seguir con el juego donde el evidentemente no iba a sucumbir, porque lo que más deseaba es destruir cucarachas como ella. Pisarlas hasta que sus entrañas salieran enseñando su más retorcido y asqueroso interior.  –Patética profesora de quinta – Murmuró justo antes de comenzar a ser empujado.

Le pareció infantil y ridículo que alguien más bajo que él intentara tirarlo, pero los empujones fueron tan seguidos que terminó tropezando con sus propios pies, y cayó sentado en el piso, apoyando sus manos tras su espalda para evitar lastimarse. Que la profesora se subiera sobre él lo dejó increíblemente perplejo, pero no alcanzó a reaccionar cuando recibió una cachetada en su mejilla.


Sonrió, pero ella tomó todo de una manera que nuevamente lo descolocó, saliendo despavorida de la escena pese a que había provocado de pronto una rencilla innecesaria. –Zorra ...–Se puso de pie preocupado por su cara, la mejilla le ardía con intensidad, podía aun sentir la palma abierta de la profesora, pero eso pasó a segundo plano cuando se dio cuenta de lo que estaba pasando en sus pantalones.

Abrió los ojos con sorpresa mirando una endemoniada erección. Curvó sus cejas atormentado por la idea de que su cuerpo allá reaccionado de esa manera. –¡Asquerosa ZORRA! – Alzó la voz solo para darse cuenta de que estaba aun en una Aula de universidad. ¿Qué le había hecho aquella bruja? Corrió automáticamente hacía la puerta para cerrarla con seguro y luego miró nuevamente su erección, notando por casualidad que en el escritorio de la profesora aun quedaba un sueter corto. Sonrió ampliamente caminando hacía el objeto – Las prostitutas deben hacerse cargo de sus acciones – y al abrir su pantalón, comenzó a masturbarse con el único objetivo de ensuciar aquella prenda de vestir. O quien sabe. Quizás quería convencerse de eso.