Habitación 203 [Priv. Moon Sun Hee]

Abrió los ojos con sorpresa cuando esas palabras brotaron de los labios de la profesora. La sola idea logró que su rostro enrojeciera automáticamente y su mandíbula se abriera no dando crédito a lo que había oído. Sun Hee quería pasar la noche con él. ¿Que era lo que estaba pasando?

Asintió de inmediato, no siquiera tuvo tiempo de pensarlo detenidamente porque en cuanto las palabras de materializaron en el aire, Evan sabía que no había otra oportunidad. –V-volveré enseguida... – Intentó sonar firme pero sabía que probablemente sonaba bastante nervioso, más de lo que podía imaginar. Lo estaba. Tampoco era una mentira.

Subió hacia el segundo piso finalmente, canceló el Uber, y en cuanto Sun Hee estuvo fuera de su vista, sonrío de oreja a oreja, agachándose mientras cubría su boca con ambas manos. Incluso se pellizco la muñeca pensando que podría estar soñando. Pero no. Apenas se puso de pie, corrió animado a la recepción bajando por otra escalera que estaba al final del pasillo. Estaba tan emocionado que ni siquiera recordaba que era un Adore. –Buenas Noches, quiero alquilar una habitación para mí novia y yo –Una Sonrisa tonta se mantuvo en su boca. Le gustaba como sonaba eso aunque sabía que no era verdad. –Solo déjela a mi nombre. – Sacó su ID, y lo entregó a la recepcionista para que anotara sus datos.

Observó un cartel con cosas adicionales que vendían mientras se le era entregada una habitación matrimonial con el número 203 en una tarjeta electrónica. –T-tambien quiero una caja de c-cond...–Tragó saliva desviando el rostro. –Condones, p-Por favor–

El regresar fue más intenso que el ir, mientras sus zapatos hacían tap tap en el piso, no podía no ser consciente de lo que su cabeza estaba maquinando. En sus manos con fuerza sostenía una caja de condones asumiendo algo que quizás no iba a ocurrir aunque quería. La guardo sintiéndose culpable apenas vio el cabello pelirrojo de la mayor en el pasillo. –Profes...–No. –Sun Hee – Se acercó de inmediato, pero se sintió tímido de sostener nuevamente esa mano. –Traje los con...–¡NO!. Otra vez –La llave del cuarto –miró por los alrededores, encontrando la puerta a pocos metros. –Podemos entrar –Caminó hacia la puerta abriéndola pero ya estaba demasiado avergonzado como para mirarla. Solamente entró.

Evan era, entre todas las personas que había conocido, un libro abierto, sus emociones eran tan evidentes que no había espacio para que ella misma de sintiera insegura, algo que le había pasado con todos los demás hombres con los que había estado. Verlo irse rápido, sin cuestionar sus palabras era la prueba viviente de ello.

Observó el mensaje que le envió su hermana menor, se sonrojó apenas pudo leerlo y luego pegó el teléfono a su pecho aspirando el aire necesario en sus pulmones, como si la mentira tuviera que decirla, no escribirla. Era difícil. Tecleó con mucho pesar su respuesta. "Jaja, no regresaré " y guardó nuevamente el celular en su bolso de mano, sentandose después en la escalera.

Comenzaba a sentirse nerviosa cuando escuchó al chico volver, se puso de pie rápidamente incluso, notando el nerviosismo del chico Universitario. No era raro, ella era evidentemente mayor que él, obviamente está situación era para ponerse nervioso.

Caminó tras él y apenas cruzo la puerta, cerrándola en el camino, tomo las mejillas del joven y le dió un beso empujándolo hacia la cama. Dominó completamente la escena mientras sus cabellos se desparramaban por los lados. Lo levantó con un brazo al alejarse para romper el beso, y al acomodarlo hacia atrás, miró con una sonrisa coqueta al muchacho que estaba bajo de ella.

Levantó sus brazos hacia atrás para sacar parte del cierre de su vestido, luego continúo deslizando la cremallera lo máximo que diera el alcance de sus brazos hasta el punto de ponerse de pie para quitarlo entero, y quedar en pura lencería. Su objetivo era que otra persona la viera, pero tampoco era que estuviera disconforme con el cambio repentino de panorama, había algo en Evan que despertaba bajos instintos diferentes. Quizás era el toque de sumisión ajena que le hacía sentir increíblemente entusiasmada. –Vamos a jugar un poco – Volvió a sentarse sobre él, apoyando sus manos en el pecho ajeno para abrir su camisa y acariciar su piel. Mientras movía sus caderas, frotándose, no podía evitar morder su propio labio inferior en una sonrisa de gusto. Quería sentirse deseada.