Always is Pink [Priv. Morriet]

Finalmente el día había llegado, ya no importaba todo lo que había hecho o dejado de hacer en Londres. Estaba en Andernach y podía, después de un largo periodo de tiempo volver a ver a Martin, hecho que le emocionaba casi tanto como cuando se dedicaba a descubrir y aprender más sobre el funcionamiento humano.

Benedict se encontraba en el despacho del Dr. Marriot tras enviarle un mensaje de texto donde expresaba abiertamente sus intenciones de verle cuanto antes. Se encontraba acostado sobre el sofá individual, su largo cuerpo no cabía del todo, por lo tanto tenía una pierna sobre el mango del mueble y la otra apoyada en el suelo, mientras su cuerpo se contorsionaba en el acolchado. Sobre el bolsillo de su camisa morada estaba un sobre con el resultado de su prueba de admisión a Adore, y además con la carta de admisión a la Casa a la que si había logrado entrar, mientras sus dos manos se encontraban juntas manteniendo una expresión imperturbable.


¿Qué sería de Martin? ¿Se habría casado? Detestaba esa idea. ¿Estaría soltero? Deseaba que si. Al menos la última información decía que sí, había revisado y desordenado cada rincón de aquella oficina en búsqueda de esa respuesta. ¿Pero acaso se atrevería a monopolizar a aquel hombre mayor? Apenas podía lidiar con su propia cabeza sobre-estimulada. —Estoy aburrido — Murmuró, y escuchó como la manija se abría.

—39, envíe uno pero la conexión falló, por lo que intuyo que llegará un poco tardío, sin embargo…—Se puso de pie de un salto — ¿Cuál era la necesidad de hacerme esperar? Calculé que la distancia entre el laboratorio de Anatomía ubicado al final del pasillo y esta oficina están aproximadamente a 3.5 minutos, sin embargo tomó 10 minutos el llegar e incluso decidiste que podría tardar incluso más, 15 minutos, según este mensaje enviado a las 16:05 hrs —Enseñó su teléfono, y luego se percató del café. —Oh cierto, café. —

Tomó el café del Dr. Con una de sus manos, bebiéndolo de inmediato, mientras esperaba que el médico se acomodara en el desorden de papeles que había dejado en todo el lugar. Claro que no sería una grata imagen, pero, al conocer lo que tenía en el sobre, el desorden de la oficina sería la casa de la Reina en comparación. —Expresso, no me gusta el expresso. — Dejó el vaso sobre el escritorio, caminado hacía una de las ventanas mientras acomodaba sus manos tras su espalda.

—La última vez que nos vimos yo solo tenía 16 años, me preguntaba porque el Soldado Marriot ya no pasaba por nuestra casa. —Frunció el ceño presionando sus labios para evitar que escapara un “Te extrañe”.

Si bien no le agradaba la idea de tener a Mark mensajeando constantemente a Martin, entendía la ansiedad que le causaba al Dr. El curso de las decisiones que el mismo estaba tomando, sin embargo Benedict se estaba permitiendo ser algo que no había sido hace años. Se había encaprichado con el Doctor cuando tenía apenas 15 años, pero entendía que su fascinación había sido incluso más joven, cuando el rubio alababa cada uno de sus logros.

—Fallé. —Respondió sin dejar de mirar a través de la ventana, aunque realmente estaba mirando el reflejo del médico del ejército, fantaseando con la idea de un beso indirecto por medio de ese vaso de café. —Fui rechazado por el mismisimo presidente, que si me permites decirlo, es solo un caprichoso adinerado con aires de grandeza y necesidad de control — Se volteó efusivamente, sacando de su bolsillo de la camisa el sobre de Adore y entregándoselo a Martin mientras lo miraba fijamente.

Ojos cansados, cabello desordenado, piel con algunas arrugas. Ya no era la persona que conocía, y aun así le parecía fascinante.

— Oh, Martin, es adorable como funciona tu cabeza siendo del promedio —Sonrió complacido por el cumplido sobre su genialidad. —Adore, no puso en duda mis altas capacidades cognitivas, mi porte y habilidad con el violín, además de mi apariencia física, ¡No! Fui rechazado por una nimiedad. Algo tan absurdo que podría ser considerado, en el mejor de los casos, una burla al intelecto y la potencialización de la mente. — Tomó el café que estaba sobre el escritorio, para acercarlo al hombre que sostenía incrédulo la carta de rechazo de Adore. —Café — como una jugarreta para obtener el beso indirecto que tanto deseaba.

—Sin embargo, pertenecer o no pertenecer a una casa específica es insignificante. Esto no es el mundo mágico de Harry Potter, pero según la mentalidad del Presidente Vladimir Vasiliev, utilizó su conocimiento de sombrero seleccionador y terminé aceptado acá. —Extendió una segunda carta con el sello de color rosa.

—Como te dije, una nimiedad— recalcó al ser confrontado por sus análisis de drogas. —Comprenderas la insignificancia de aquella excusa — Pero su apetecible calma no estaba siendo transmitida al doctor que incluso tras entender que el tema de la "Hermandad" estaba resuelto, volvió a entrar en pánico, moviéndose como un león enjaulado mientras sostenía el café.

—Es insignificante — respondió a sus cuestionamientos sobre la casa rosa, notando la ansiedad en esos angustiados ojos azules, que eran ocultados por sus manos. Fijó su vista en los dedos, percatandose de la ausencia de un anillo de bodas, o marcas similares a alguno. Mentalmente marcaba otro check en la lista de "Está soltero" que llevaba mentalmente. —No veo la necesidad de que Mark se inmiscuya, ya soy un adulto —

Un frasco fue puesto sobre la mesa, y entendió inmediatamente a donde iba esto, sin embargo la orden comprobó sus deducciones. —¡Por favor! ¡Estoy limpio!— Pero no parecia convencer al médico, por lo que tomó el frasco de mala gana. —FINE! — Y camino directamente hacia el baño

Caminó hacía el pasillo en conjunto a aquel Doctor, al que al menos le sacaba 2 cabezas en altura. Las diferencias de estatura eran increíblemente notorias. ¿Quién creería que ese hombre pequeño y de aspecto amable era en realidad un militar entrenado? El contraste de esas dos áreas volvían al médico Martin Marriot, una persona realmente estimulante.

Verlo bromear respecto a su selección de hermandad le parecía incluso más agradable, la tensión se iba esfumando levemente. Eso le agradaba. —No te preocupes, le diré a mi hermano que cuando quiera puede venir con mis padres y le haremos una función gratis—Bromeó, riéndose de igual manera.  —Pero primero dominaré el arte del baile en el tubo—Sonrió extendiendo la sonrisa en su rostro, hasta que se detuvieron en las puertas del laboratorio.

De allí salió un hombre regordete, de más o menos 1.75mt, llevaba un corte desprolijo, gafas, y una bata blanca. Sus manos estaban cubiertas con guantes de Latex,y en la esquina superior derecha se podía ver a duras penas un estante con la fotografía de una mujer y dos niños. La parte donde estaba la mujer estaba cubierta parcialmente con un adorno, por lo que podía deducir que era infeliz en su matrimonio. Quería aparentar que lo disfrutaba, pero no era así. Sin embargo los hijos era el motivo para continuar.

Se mantuvo en silencio tras Martin, examinando con cuidado la interacción de cada uno, pero era molestado por el insistente click que emitía aquel hombre al hablar. ¿No era alemán? Parecía que no. De pronto nuevamente se cruzó la idea de que Martin había descuidadamente tomado de la misma boquilla de café. ¿Habría sucedido antes con otro sujeto? — ¡Café! —Rompió el silencio abruptamente. —¿Te gustó tu café, Martin? —Ladeó la cabeza sonriendo. — ¿Ustedes dos suelen tomar café juntos a menudo? —Esperó la respuesta con una sonrisa estática.