El último mentolado (Privado)

Eso era. El último y triste cigarro mentolado que había traído consigo desde Reikiavik lo miraba desde la cajetilla medio aplastada que había sacado de su bolsillo cuando por fin había encontrado un lugar aparentemente pacífico para fumar tranquilo; encontró este lugar subiendo escaleras y abriendo puertas al azar con letreros que rezaban "NO PASAR" en mayúsculas, y el rubio estaba disfrutando de su hallazgo, pero su alegría desapareció al encontrarse con el dilema en sus manos.

Stefán cerró la pestaña de la cajetilla pero no volvió a guardarla. Agitando suavemente la caja para oír el golpeteo del solitario tabaco contra las paredes, caminó alrededor de la amplia azotea con la vista perdida en el gris cielo matutino que se recortaba contra las ramas desnudas de los árboles de la propiedad del instituto. El chico subió la capucha de su chaqueta animal print (que rompía el código de uniforme del colegio, claro) sin soltar su preciado paquete ya que, aunque no se comparaba al frío islandés, el invierno en Alemania era algo que debía tomarse en serio.

Después de inspeccionar el área total del techo y verificar que se encontraba solo, apoyó la espalda y un pie en cualquier tramo de cerca ciclónica. Por instinto, abrió la cajetilla en su mano y se topó de nuevo con la triste realidad.

-¡Oh!-exclamó al ver el miserable cigarro, tan solitario como él, y bufó un tanto molesto antes de poner el filtro blanco entre sus labios. 

No lo encendió. Decían que traer un cigarro en la boca sin encender ayudaba a dejar el tabaco, pero esa no era su intención. Simplemente le aterraba la idea de perder el último cigarrillo que le había comprado su hermanastro y se aferraba a él antes de aceptar que tendría que buscar la manera de comprar más aun con el aspecto de mocoso que se cargaba. Cerró los ojos y metió ambas manos en los bolsillos de la chaqueta, quedándose así un largo rato.

Su llegada al Instituto Wertvolle Preise había marcado un antes y un después en su vida como ser humano. Antes estaba acostumbrado en ser el centro de atención en Canadá, por lo que caminar cerca de las personas era realmente un problema, y aunque en Alemania había un número considerable que sabía de su carrera como modelo, era un número disminuido con la locura obtenida en Canadá.
 
Aun así, comenzaba a acostumbrarse a aquel ritmo diferente de vida, un ritmo donde había días buenos y días malos, y no solo días estupendos. Todo era nuevo, e incluso se veía forzado de compartir más de dos oraciones con Eían, quien era su mejor amigo en el mundo pero que durante sus carreras en Canadá no habían sido forzados de interactuar tanto.
 
Aquel día era realmente particular, un par de chicas del instituto lo habían reconocido, y pese a la negativa de su persona, ellas habían decidido seguirlo a como diera lugar, evidentemente sin la ausencia de personal de seguridad no tuvo más remedio que salir corriendo a donde sus pies le guiaban, coincidentemente eso era el techo de instituto.
 
Abrió la puerta de golpe, buscando entre el helado ambiente algún sitio donde ocultarse, pero solo observó a una extraña (y solitaria) persona.  Cerró la puerta tras de él y corrió directamente hacia aquella persona para tomarle de la muñeca y jalarlo hacia atrás de la pequeña caseta que formaba aquella escalera y la entrada al lugar. –Shh… -Llevó uno de sus dedos a sus labios, lo había arrastrado con él porque no podía arriesgarse a ser delatado, y sin soltarle la muñeca, esperó que las chicas, luego de conversar un poco, acabaran retirándose.
 
Agachó la cabeza aliviado seguido de una gran queja –Uwaah…Creí que jamás me libraría de ellas…  -Cerró sus ojos, abriéndolos nuevamente y observar a la persona frente a él – ¿Y tu quien eres? –Claro, el lo había arrastrado y todo, pero también tenía curiosidad, aquella persona parecía las típicas señoras que sacaban tripas de pescado en grandes empresas, ni siquiera estaba seguro, pero al parecer por su uniforme era chico.

No había pasado mucho tiempo, no, ni siquiera 60 segundos de tranquilidad antes de que algo decidiera perturbar su paz por capricho de un Dios que seguramente lo odiaba. Tal interrupción había consistido en la puerta metálica de las escaleras azotándose contra la pared del cobertizo que la sostenía, y detrás de ella apareció un chico de aspecto agitado, como si el mismo diablo lo persiguiera. Sus ojos azules se abrieron de golpe por el sobresalto y el cigarro casi cae de sus labios, pero rápidamente lo tomó y lo escondió en su puño por la costumbre de esconder su vicio de los adultos. No tuvo tiempo de pensar sus acciones, pues con temor vio como el extraño se acercaba corriendo y saltó a su mente el clásico del cine de ciencia ficción, Terminator, y la cita "Ven conmigo si quieres vivir" cuando tiró de su brazo sin preguntar.

-¡Oye! ¡Oye! -gritó trotando detrás de él para poder llevarle el ritmo a sus piernas más largas que las suyas. Su cigarro se humedecía dentro de su puño con el sudor de sus manos y le era difícil mantener el cabello lejos de su rostro, pues todo ocurría muy rápido y antes de poder darse cuenta, ya estaban escondidos a la sombra del acceso al techo. Automáticamente su cerebro respondió con furia al ser silenciado, pero reprimió su repertorio de palabrotas al ver a un grupito de niñas ingresar.

Así que el tipo se escondía de ellas. Cruzó por su mente el delatarlo y entregarlo a sus persecutores por atreverse a interrumpir su rato a solas, pero al mirar hacia arriba, se dio cuenta de que era un chico medianamente atractivo, con pinta de modelo, ¿seguía en el instituto? Stefán respiró profundo al enderezar su espalda, esperando el desenlace de esa rara escena; fuera la que fuera, seguro sería interesante.

Tras un rato, las chicas se largaron y Stefán había terminado de examinar de arriba a abajo al joven que mantenía su muñeca captiva, y quizá se lo había comido con la mirada una o dos veces en el proceso. Bien, dio un paso hacia atrás para poder mirarlo de frente e hizo un movimiento brusco para que soltara su brazo.

-¿Quién soy?! ¡¿Quién eres tú para llegar así?! -exclamó furioso y quizá un poco ofendido, acercándose para verlo desafiante. -¿Qué haces tú aquí? ¿Quiénes eran ellas y por qué te perseguían? Si hiciste algo malo, yo no te voy a encubrir. -Finalizó poniéndose entre los labios el maltrecho cigarro por segunda vez. 

Apenas la persona que tenía en frente comenzó a hablar, quedó boquiabierto  ¡Era un chico! No podía creerlo ¿Existían chicos así en el mundo real? Creía que los andróginos solo estaban en el mundo del modelaje ¡quizás hasta había descubierto un nuevo talento! Esto era maravilloso, no perdió el tiempo con el regaño de aquella persona, y rápidamente sacó su celular para llamar a su agente.
 
Esperó un tiempo en silencio mientras entraba la llamaba, haciendo un gesto con su mano derecha para pedirle a aquel agresivo persona un momento, y luego, al oír la voz de su agente comenzó a hablar –No tienes idea que encontré acá en el instituto –Observó de reojo al muchacho que lo acompañaba, e intentó murmurar sus palabras por el teléfono, pero lo cierto era que había sido un total fracaso –¡Es un chico que parece mujer, y creo que no está maquillado ni nada! –Asintió con la cabeza varias veces –Si, si, está acá conmigo pero… – Observó nuevamente al rubio que estaba a su lado – Creo que es un marginal o algo, porque no tiene dinero para su uniforme – Agregó, caminando hacia otro lado mientras oía las instrucciones de su agente.
 
Al cabo de un rato volvió, acomodándose su cabello en lo que cerraba los ojos –Debes no tener televisión si no sabes quién soy y porque esa gente me perseguía –Continuó el camino pasando por el hasta las rejas protectoras del tejado – Soy Kurt Donovan y…  -De golpe una idea atravesó su cabeza como si se tratara de un rayo, idea que lo hizo estremecerse desde los pies hasta la punta de su cabeza.
 
–¿ESPERA UN MOMENTO… ACASO? – Caminó con rapidez hacia él y extendió sus manos para tocarle el pecho y presionar, pero nada, nada había allí –Ah si eres un chico –Sonrió ampliamente ladeando la cabeza –Crei que eras una lesbiana –Comenzó a reir bajito.