Al ser nueva en el instituto quería conocer los alrededores de éste y al ser una día agradable y verano, decidió aprovechar e ir a la playa a relajarse. Como casi no pasó tiempo con sus padres o amigos, nunca tuvo la oportunidad de ir a una playa, conocer el mar, admirar barcos y menos conocer un muelle, sólo había leído sobre ellos y había visto unas cuantas fotografías en los libros. Pero nada se comparaba con tenerlos frente a ella, en vivo y a todo color. Quizá nunca había ido a esta clase de lugar pero gracias a sus preciados libros y unos cuantos comentarios de sus tíos, ha ido vestida de la forma adecuada, con pantalones cortos algo maltratados para no ensuciarse, sandalias de un tono verde claro y una playera floja de color gris para estar fresca, por supuesto abajo de la ropa se ha puesto un bañador por si se salpicaba y para cubrirse del sol un gran sombrero.

Dio un corto paseo por la costa, el sonido del mar era indescriptible, era relajante, el sonido de las gaviotas le parecía algo extraño pero no le desagradaba y la arena, causaba una sensación rara al meterse en sus sandalias, le causaba cosquillas, pero no por eso dejaba de ser divertida esa nueva experiencia. Después de unos minutos, paseó un poco cerca del mar, éste remojando un poco sus pies, ocasionando que diera un pequeño grito por la frialdad del agua, aunque después se acostumbró, hasta que finalmente llegó al muelle. 


La chica de cabellera café observaba asombrada los botes pesqueros y los majestuosos barcos, hasta miraba todo con curiosidad, no había caminado demasiado, pero quería sentarse un rato a disfrutar la tranquilidad que ofrecía aquel nuevo lugar. Caminó un poco más en búsqueda de donde sentarse, se topó con una parte del muelle que ofrecía una hermosa vista, el cielo iba adquiriendo distintas tonalidades, se acercaba el atardecer. Encontró su lugar perfecto. Fue a sentarse a la orilla del muelle, se quitó las sandalias y sumergió los pies en el agua fresca dando un gran suspiro.


—Creo que fue una buena elección venir aquí.— 

 
Susurró para sí con una gran sonrisa. Hacía tiempo que no sonreía de verdad ni se sentía tan en paz. Era una sensación agradable, se quedaría sentada ahí para disfrutar del atardecer mientras la brisa acariciaba con suavidad su rostro.